Es la semana del día de mis santos y les cuento que: no me gustaban mis cumpleaños. Habían dejado de gustarme desde hace mucho, y el cerebro siendo el órgano espectacular que es una vez casi me
ayudó a olvidarlo. No tengo nada en contra de los cumpleaños de los demás, de
hecho soy siempre la más entusiasmada con organizar y celebrar los cumpleaños
de otros, que haya pastel, decoraciones y me encanta organizar sorpresas.
Lo irónico es que mis cumpleaños es a mi parecer un día
“perfecto” del calendario, si lo pensamos lógicamente; es un mes del verano
(vacaciones) y aún si trabajo, en Colombia ¡el día siguiente es siempre
festivo! venga admítanlo es bastante bueno. Yo no celebraba mis cumpleaños
realmente, dejé de hacerlo desde que era niña y me he reído como no se imaginan cuando mis amigos confunden la fecha.
Hace un año decidí de la nada –aparentemente- celebrarlos.
Decidí hacer algo con algunos de mis amigos en la casa. Decir que mis amigos (e
incluso la vecina) estaban aterrados y sospechaban de mí, se queda corto. El
asunto es que iba a viajar y tal vez no pasaría mi siguiente cumpleaños con
ellos –y así será- quería recuerdos.
Cuando quieres las cosas que yo quiero, lo que comparto en Instagram o en mi blog y buscas obtenerlo
realmente, aprendes que hay un precio a pagar. Yo estuve dispuesta a pagarlo,
lo hago todos los días; cuando a veces me levanto y quiero ver a mis papás,
cuando quiero apapachar a Brownie (conejo gordo y de pelaje suavecito), cuando quiero reír con mis
amigos, cuando quiero llorar, cuando quiero ser mi yo sarcástica y de humor negro con los que me conocen…
El día de mi cumpleaños anterior comencé a reunir parte del
“pago” para este tiempo en el exterior; vi a mis papás reír, a mis amigos reír
… también los vi quejarse por los juegos que los obligué a jugar –sorry not
sorry- y ellos no lo sabían pero los veía con más atención de lo normal, aunque
también están un poquito acostumbrados a cierto comportamiento de mi parte.
El paso de los años no me molesta, no me incomoda el hacerme
“vieja”. De alguna manera en este viaje del último año la idea de avanzar, de
realizar cosas y tener experiencias me resulta fascinante; y no puedes obtener
ninguna de ellas sin la presencia del tiempo. Por cierto cuando digo “viaje del
último año” no me refiero a la experiencia Europa, me refiero a mi vida.
He estado con grupos de personas en las que soy una de las
mayores y no ha faltado la broma –en ocasiones iniciada por mi- sobre lo
“mayor” que soy, pero para mi no hay nada negativo en eso, en abrazar ese
tiempo que me ha tomado aprender lo que he aprendido, cometer los errores que
he cometido. Sería preocupante si a mi edad, tuviera los mismos dramas
internos y externos que cuando tenía 15, si estuviera en el mismo punto.
Tal
vez no estoy donde quisiera estar, pero cada vez me reafirmo en que estoy donde
debo estar y fuera de este momento, fuera de este preciso instante, nada es
real. Vamos avanzando y lo repito, eso
no pasa sino en presencia del tiempo.
No sé si así me sentiré en uno, dos, diez o veinte años
hacia el futuro. La crisis de la mediana edad no necesariamente pasa una vez y
la verdad no tengo ni idea de qué la activa o cuál es la “mediana edad”. Por todo lo que se, podría despertar mañana hiperventilando porque el tiempo se está pasando rápido. Pero en este momento, estoy bien con ser la “mayor”, me hace feliz decirme cosas como:
estoy muy vieja para hacer malas amistades, para decir que sí cuando quiero
decir no, para la mayoría de la música que ponen en la radio etc y estoy joven para todo lo demás.
Una de las frases de película y series que más me he
repetido últimamente es de Rumplestilskin, ya saben el villano al que todo el
mundo le ofrece sus primogénitos. En Once Upon a Time él dice mucho “toda magia
viene con un precio” y esa es una de las lecciones más valiosas que he
aprendido y puede resumir una parte de este viaje.
Tengo años de pequeños instantes capturados en fotos de las personas que quiero y me quieren, también tengo la sensación de mi mascota tumbada sobre mis pies y esos recuerdos los he ido acumulado con los años; años que celebro haber vivido y compartido con ustedes.
Crecer es aprender a diferenciar la verdadera magia de los
trucos baratos. La primera merece pagar la entrada, nuestro tiempo y atención;
los segundos son una pérdida de las anteriores.
Feliz semana del panda para los humanos... y muchas zanahorias, cilantro y banano en el cielo de los conejos.
Love,
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